jueves, 10 de enero de 2008

Aborto y Matrimonio Homosexual

El artículo de opinión que aparece en su edición del 10 de Enero en la Tercera del diario ABC, "Zapatero y los Obispos", por D. Francisco Rodríguez Adrados repite un rasgo ya clásico en el pensamiento conservador español por su postura de oposición a ambas figuras, el aborto y el matrimonio homosexual .

En primer lugar pienso que el aborto es una materia harto delicada y que no ha de tratarse a la ligera, pues efectivamente estamos hablando de seres humanos; el no poder determinar a ciencia cierta en qué momento podemos realmente de hablar de un ser humano y no de un mero ser humano en formación aconseja plazos no excesivamente permisibles, pero en la postura anti-abortista a ultranza pesa en todo caso una concepción abstracta y difícilmente tangible de la "Vida" (con "v" mayúscula) que no parece capaz de discernir entre cada caso. Llevar al extremo tal visión convertiría en igualmente criminal matar a animales y aunque el señor Adrados considere que el rechazo al aborto pertenece a la Moral, ya sea laica o religiosa, el que las reservas hacia la eliminación de la vida se restrinjan al ser humano dudosamente proviene de otra fuente que no sea religiosa y que por tanto sacralice el principio del alma (de lo que los animales en nuestra tradición cristiana carecen); cabe dudar con razón que la eliminación de un feto en el que ni la forma ni los sentimientos humanos existan, sea equivalente a matar a un ser humano, y sólo el concepto de alma, manifestación de un plano supraterrenal en el que las distinciones de nuestra realidad se difuminan, puede crear tal equivalencia.

En segundo lugar, en lo que al matrimonio homosexual concierne, cierto es que etimológicamente e históricamente llamar a la unión legal entre dos hombres "matrimonio" es incorrecto, pero cierto también es que matrimonio, por encima de su significado literal, ha cobrado otro significado social, seguramente más importante, que es el de unión en el amor; en tal sentido no parece que haya demasiada diferencia entre el amor heterosexual u homosexual, y demostrada la no perniciosidad de la cría por parejas de homosexuales de hijos adoptados, no se ve por qué ni siquiera el nombre mismo de matrimonio puede ser aplicado a esta nueva figura; si tanto disgusta a ciertas personas que se deslegitime la "esencia" del matrimonio, más conveniente habría sido que desde un principio se pidiese que el matrimonio tuviese como objetivo principal la procreación y no más bien la unión en el amor, tal y como ha ido evolucionando en los últimos tiempos, y si se reconoce que el amor precede como condición instrumental necesaria para el objetivo de la procreación en sentido extenso, es decir la cría de un hijo, dada la existencia de huérfanos y la posibilidad de adopatarlos ¿no puede una pareja homosexual cumplir los objetivos encomendados al matrimonio?

Sin entrar en más detalles sobre este tema, aquello en lo que quiero insistir a raíz del artículo del señor Adrados, es la concepción conservadora que sacraliza principios esenciales que han de estar fuera del alcance de la decisión humana; su énfasis en el sacrificio de principios que han de ser considerados propios de la Moral por la ganancia meramente transitoria de votos parece, según creo percibir, hacerse eco de la tradición anti-relativista que tan frecuentemente achaca tal mal a la modernidad y a la que se acusa de haber llevado la opresión del ser humano hasta límites insospechados; insinuar que la puesta en duda de principios hasta el momento incuestionables (como el matrimonio únicamente heterosexual, pues el aborto, tal y como el autor reconoce, ha sido históricamente bastante reconocido, aunque en nuestras sociedades cristianas siempre fuese un crimen pavoroso) deja la vía abierta a todo tipo de relativismo es tendencioso y muestra de la honda separación existente entre conservadurismo y liberalismo. Si bien en el debate sobre el matrimonio homosexual no pocas veces muchos conservadores han enarbolado la gran premisa del liberalismo de los derechos garantistas limitadores del poder político para afirmar que con la perversión del matrimonio se pasaba a romper sus barreras, la concepción de que la ligereza a la hora de usar la terminología (o en el caso del aborto la "Vida") anunciaba la relajación de todo tipo de límites, en verdad responde no a una reflexión propiamente liberal sino conservadora por su antropología radicalmente negativa según la cual la limitación en la libertad per se es necesaria para evitar que el ser humano se vea tentado por el libertinaje; el liberalismo basa su antropología negativa en hechos más concretos, determinando limitaciones concretas que realmente evitan que la libertad de unos se convierta en la opresión de otros y no en limitaciones abstractas que insinúan una propensión natural del hombre a desbocarse.

En todo caso las intenciones y motivaciones de quienes así escriben no están bien claras: ¿es el tipo de concepción del hombre que atribuyo al conservadurismo en el párrafo de arriba o es una interpretación extensa de los derechos liberales en la que cabría que las prácticas de unos (unos pocos) hieren irremediablemente la sensibilidad de otros (mayoría)? El que en todo caso se enarbolen entidades abstractas como intocables sin análisis racional de las consecuencias no me parece que case excesivamente bien con una visión moderada del ser humano y menos que en ocasiones se erijan en portavoces de mayorías "naturales" frente a la misma opinión de sus portadores (por ejemplo, que el matrimonio homosexual va claramente en contra de la mayoría de matrimonios homosexuales) sin explicarse con qué consecuencias hay exclusión.

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