jueves, 18 de octubre de 2012

La Tentacion de la Antipolítica...



En una serie de convocatorias confusas, diversos colectivos y ciudadanos a título personal, convocaron una manifestación el día 25 de Septiembre, dentro de lo que se venía a conocer como el movimiento 25-S, bajo un lema, o por lo menos, bajo el que ha trascendido a la opinión pública, de “Toma el Congreso”. El objetivo era rodear el edificio del Congreso y mantenerlo así hasta que se convocasen unas Cortes Constituyentes. La convocatoria, como podía esperarse, produjo reacciones diversas, pero ante todo, tanto el espíritu de ésta, como el espíritu del gobierno en la forma en que respondió, nos muestran dos tentaciones, la primera de las cuales es la que corresponde a este artículo:

La tentación, que identifico con el espíritu de la convocatoria es la de la Anti-Política. La filosofía de base viene a identificar la crisis actual con una crisis, por así decirlo, de régimen. Tanto el 25-S como el 15-M antes parecen estar participando de una lectura similar y de unos diagnósticos igualmente similares de cuál es el problema principal que acomete a nuestra sociedad y a nuestro país. Son por tanto institucionales la mayoría de las propuestas que de estos movimientos surgen. Otro hilo conductor, el del diagnóstico que elaboran, es, si acierto bien, la necesidad de reformar nuestra democracia, dando a entender que el régimen actual no es democrático. El factor económico, fundamental en el surgimiento de este tipo de movimientos, se une en lo que parece que queda como una crítica tanto del sistema político (no democrático) y el sistema económico (capitalista, entendido como una valoración negativa). Creo no aventurarme demasiado diciendo que el nexo inmediato y fundamental tanto en el caso del 15-M como del 25-S, es el de que, si nuestro sistema hubiese sido democrático, no podría haberse desarrollado este tipo de capitalismo, ergo si se democratiza el sistema, surgirán soluciones a la devastadora crisis económica que estamos padeciendo en España. Independientemente de si se está de acuerdo con este razonamiento o no, el caso es que es interesante analizar la crítica al sistema político.

En lo que parece ser una diferencia, no necesariamente contradictoria, con el 15-M, es que el 25-S se centra, no tanto en fórmulas alternativas de representación, sino en la acusación a los representantes de subversión de tal representación. Parece más bien una crítica a cómo se está utilizando la representación en estos momentos, y no tanto al principio de representatividad como tal, si bien la petición de la celebración de nuevas elecciones y constitución de una asamblea constituyente, da a entender que la crítica es más profunda y que seguramente entronque con los postulados del 15-M, donde parece abogarse por una democracia directa. Ahora bien, ¿cómo se está utilizando la representación en estos momentos? ¿Qué es lo que está haciendo el gobierno para provocar esta serie de críticas? Por lo general, según podemos observar, principalmente desobedecer de forma flagrante, y gobernar al dictado de instituciones “no electas”, como el BCE, el FMI o la Comisión Europea.  Con esto se plantean una cuestión:

¿Qué mecanismo proponen los convocantes para prevenir futuras situaciones en cuanto al no cumplimiento del programa electoral? Es decir, más allá del no respeto a su propio programa por parte del gobierno del señor Rajoy, ¿cuál sería la regla que se propondría para corregir tal defecto del sistema? Lamentablemente en este sentido, es difícil encontrar propuestas concretas, más allá de la sospecha de que “el pueblo” mismo, a través de su derecho de reunión y de manifestación, ejerza de corrector según las circunstancias. Eso da a entender, y aquí nos encontramos con algo conocido, pues común al ya anterior 15-M, que los diputados que nos representan, no son legítimos, pues “no atienden” a la “voz del pueblo”. Aparte del vicio subyacente a esta consideración, es decir, que se mete en el mismo saco a los representantes de partidos políticos tan dispares como son AMAIUR y PP, se asume igualmente que existe un pueblo, más allá de las reglas del juego acordadas entre todos, y eso, de nuevo, nos obliga a poner en el mismo saco, no ya a un trabajador precario con un banquero, pues por su pertenencia al orden capitalista, es “razonable” excluirle del “demos”, sino por lo menos, a un trabajador precario, quizá tentado por algún movimiento como Izquierda Anticapitalista, y a un tendero (espero que se me disculpen las generalizaciones) votante del PP. ¿Podemos asumir que por pertenecer a una clase “objetivamente pobre”, tienen los mismos intereses, o que por lo menos, interpretan su misma “pobreza” de la misma manera? Basarnos en “hechos objetivos” nos lleva a pensar en un orden en sí, con sus reglas innegables, y que por alguna manera, por la interferencia de un elemento exógeno, no funciona, cayendo en la paradoja de que tendríamos que definir cuál será el agente, por cuya voluntad, se haya de corregir el desaguisado. A fin de cuentas, si propugnamos un régimen democrático, la base primera es que cada ciudadano ejerza su propia voluntad, con el resultado que tenemos…AMAIUR y PP. ¿Se trata de pensar que los diputados del PP, o del PSOE, por ser ambos los que están en la diana en los últimos meses, no representan la voluntad de sus electores?  Será difícil hablar por boca de unos electores, que en su mayoría, se siguen manteniendo fieles. Sospecho que muchos de los que se adhieren a esta línea de pensamiento no se han planteado este dilema hasta sus últimas consecuencias y prefieren mantenerse en atajos, pues si no, se puede ver cómo podrían aflorar planteamientos autoritarios. ¿Será en cambio que subestimo el alcance regenerador de una serie de reformas? Veamos:

En mi opinión se pueden proponer muchas cosas para mejorar el sistema político actual: una reforma electoral que otorgue una mayor representatividad y que modere las mayorías, una mayor influencia de los grupos parlamentarios minoritarios en el control de las sesiones y de las comparecencias, una mayor facilidad para que las Iniciativas Legislativas Populares (ILP) sean admitidas a trámite, mecanismos para que Iniciativas similares exijan someter a referéndum ciertas propuestas, mecanismos incluso para forzar la disolución de las Cortes si se recogiese un número determinado de firmas a favor, y que podría dejar en manos de la ciudanía un mecanismo de castigo para aquellos gobiernos que se hacen insoportables al poco tiempo de haber alcanzado el poder, ya sea por su incompetencia o por su mendacidad (Hace poco Izquierda Abierta, el nuevo partido integrado en el seno de Izquierda Unida, publicó un decálogo de medidas en tal dirección, que yo personalmente encuentro muy positivas). 

Todas estas son medidas que cumplirían varios objetivos, pero por lo menos uno, el de otorgar a la ciudadanía española una mayor identificación con su sistema político. Yo personalmente las deseo profundamente como demócrata, pero se ha de decir lo siguiente a muchos de nuestros conciudadanos: si son medidas apropiadas, irán en la dirección de otorgar un mayor margen de acción no al “pueblo” como tal, como si en esencia fuese único, pero silente por la violación y negación de una casta político-financiera, sino en la dirección, en todo caso, de otorgar un mayor margen de acción a aquella parte del pueblo que se erija en mayoría clara como alternativa al modelo económico actual, o quizá más bien, moderar a cualquier mayoría que se encuentre en el poder en su momento (cosa que quizá muchos encuentren excelente por ser “siempre los mismos” quienes gobiernan); en modo alguno se ha de pensar que reformas institucionales “rescatan” al “pueblo” sin que haya de operar una mutación sociológica en primer lugar, una mutación, que por mucho que nos engañemos, me temo que aún no ha ocurrido. En ningún modo quiero llegar al extremo de afirmar que medidas institucionales como una reforma electoral tengan efectos sociológicos nulos: por ejemplo, sí es cierto que una reforma electoral que dotase a la representación de una mayor proporcionalidad, reduciría el dilema que se le presentan a muchos votantes de ejercer el voto útil, e incluso podría ilusionar a muchos votantes abstencionistas a participar. Pero que no se vaya a llegar al otro extremo de pensar que si eso fuese así, de pronto, por poner un ejemplo, la masa de votantes del PSOE se pasaría en bloque a IU, porque la sociología de la ciudadanía depende de unos valores fijos que no son tan maleables. Si alguien que comparte la ilusión de cambio de régimen que se vehicula desde el 15-M y el 25-S me diese la razón, pero replicando que a fin de cuentas, lo que propongo no son reformas “de verdad”, yo le respondería que no por tal vía acabará perdiéndose en un vuelo sin fin en pos de un ideal que no se corresponde  a la realidad; intento justificarme en esta crítica:

Si se pretende identificar a un 1% que se desliga del resto de la ciudadanía, el 99%, con el fin de que cargue una serie de culpas para exculpar a ese 99% y proponer una solución rápida e inmediata que restaure la situación, caemos en la demagogia y el error. Por muchas que sean las preguntas: ¿Por qué ha habido tanta gente que ha dado su voto al PP? ¿Por qué habrá gente que aceptará las tesis de la herencia recibida y de la imprevisión de tanto desastre? ¿Por qué habrá tanta gente que achaque el problema en los funcionarios y no en los “ricos”? Por poner unos pocos ejemplos… ¿es acaso porque en el fondo, si contamos las abstenciones, el PP no representa a la mayoría “real” y carece de legitimidad? ¿Es acaso que es que esa gente está simplemente “engañada” cuando se les echa la culpa al PSOE, a los sindicatos, funcionarios, etc.? ¿Es que el “establishment” logra manipular gracias a su dominio de los MMCC?…. 

¿Entonces pueden explicar cómo ningún sistema electoral del mundo ha sido capaz de cambiar el panorama de forma realmente “radical”? ¡Porque la “representación” es un robo! (Bien, explíqueme por favor, por qué piensa usted que un taxista “facha” y un “perro-flauta” van a estar de acuerdo en una asamblea, y cómo podremos ponerlos de acuerdo, si es que lo logramos en una asamblea de barrio, en referéndums a nivel nacional en que nadie se ve el uno con el otro) 

¿Pueden explicar qué agente y en virtud de qué voluntad representará a aquellos que no quieren representarse? Se puede recurrir de nuevo al argumento de la democracia directa, sin embargo, de nuevo se me plantearían réplicas similares a las que he formulado en el párrafo superior.

¿Pueden explicar por qué unos se dejan engañar y otros no? ¡Vaya un engaño el de un gobierno todopoderoso que no logra la adhesión total de las mentes! ¿Pueden explicar cómo es que los MMCC manipulan tanto si hay una pluralidad extrema, desde El Diario, El Plural, Público, El País, El Mundo, La Vanguardia, El ABC, Libertad Digital, La Razón, Intereconomía, Alerta Digital, etc.? Son para mí preguntas sin respuestas si no aceptamos que hay una gran pluralidad intrínseca a todas las sociedades democráticas y que los cambios llegan cuando cambian los equilibrios de fuerzas, que por encima de que cambiemos ciertas reglas a mejor y que “echemos” a más o menos diputados, se dan por desgaste de ciertas opciones y socialización de muchos ciudadanos en alternativas novedosas. Eso a menudo lleva mucho tiempo y quizá hasta una generación… sin embargo, muchos no parecen tener tanta paciencia y necesitan la inmediatez.

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