sábado, 4 de noviembre de 2006

Aires de ruptura

A fecha de hoy se puede constatar lo que ningún actor implicado en el proceso de paz intenta siquiera ocultar, el bloqueo de éste y el peligro cada vez más inminente de que tal proceso finalice con la ruptura y ello antes siquiera de haber empezado.

Si hay factores a partir de los que se podría explicar una hipotética ruptura, el principal sería la cercanía de las elecciones municipales que fuerza a proceder con especial celeridad, pues ante todo, el deseo de HB es poder volver a las instituciones cuanto antes; han podido comprobar el terrible efecto de verse privados del soporte institucional sobre el que se mantenía su estructura de poder y efectivamente la ilegalidad ha sacado a la luz el indiscutible hecho de que se mantenían a flote gracias al hecho de que su partido estaba integrado en el sistema, por mucho que su retórica apuntase a lo contrario. Por ello era lógico que la ilegalización impusiese una notable moderación en los objetivos del partido abertzale y los presupuestos de Anoeta parecían pues una consecuencia lógica. Sin embargo las legítimas actuaciones judiciales a las que en numerosos aspectos se pueden tachar de inoportunas (no en vano proceden en gran parte de la iniciativa de elementos que buscan hacer descarrilar el proceso, como el sindicato de extrema-derecha manos limpias), minan la confianza de HB en que su paso por la orca caudina de la Ley de Partidos tenga verdadera efectividad, especialmente cuando sus dirigentes difícilmente pueden entender que el gobierno sólo tiene una influencia limitada en el poder judicial; en tal contexto falta objetivamente el tiempo suficiente como para que tal situación pueda ser aceptada por HB como propia de una etapa de transición.

A partir de ahí la radicalización de la constelación ultranacionalista responde a la intención quizá no tanto de forzar al gobierno como dar a entender que los sectores moderados tienen dificultad en contener a aquéllos radicalmente opuestos al proceso; si con tales presupuestos el sector moderado (en no se sabe qué grado de connivencia con las facciones más extremistas) espera que el gobierno vaya a ceder más de lo previsto, llegando incluso a invertir el orden desarme/política exigido por los partidos democráticos favorables al proceso, deberíamos reflexionar en la idoneidad de suspender cautelarmente el proceso unilateralmente con todas las consecuencias que ello conlleve, pues aun aceptando que los moderados realmente tengan intenciones conciliadoras y realmente carezcan de poder de control sobre los más díscolos el hecho es que cualquier cesión del gobierno tendrá que ser proclamada como una victoria para enaltecer a las bases, y si como se sospecha el poder de control de la ejecutiva es débil, ¿qué garantías hay de que el enardecimiento consecuente anime a los abertzales más intransigentes a proseguir con su esrategia de desestabilización?

En tal contexto aun contando con los esfuerzos del ministerio del interior en concertación con los abogados de HB para encontrar una fórmula no demasiado dolorosa para la legalización del partido abertzale y la preparación a marchas forzadas de un preacuerdo sobre la mesa de partidos (cuyos borradores filtrados aun conteniendo elementos preocupantes marchaban a mi juicio en la dirección favorable) se debería pensar seriamente a la luz de la renovada violencia y de los inquietantes indicios de seguimiento a concejales, en la posibilidad de ETA no esté madura (si es que alguna vez podrá estarlo) para asumir la derrota honrosa que le puede ofrecer el gobierno.

¿Cómo habría de actuar el gobierno? Es difícil determinarlo pues se carece de la información de que éste goza a través de sus servicios de información, pero en todo caso la ruptura unilateral de la tregua por parte de ETA sería nefasta para la credibilidad de su labor en la consecución de la paz, habida cuenta de que la única oposición articulada en política anti-terrorista a nivel nacional en es la de un PP furibundo que no dudaría en denostar al Presidente del Gobierno como necio por haber confiado en la buena fe del entramado terrorista; sin embargo la aparente o real candidez que destila Zapatero en sus comunicados sobre el proceso de paz no puede llevarnos a olvidar por ejemplo que los últimos actos de ETA han motivado al Gobierno a realizar una nueva verificación y a exigir un comunicado más contundente de la banda terrorista en su apuesta por la paz, lo cual parece indicar que se está obrando con consecuencia y que en modo alguno hay confianza en su buena fe. En todo caso cabe indicar que la situación es tan delicada que si una ruptura parece irreversible, bien haría el Gobierno en ser el primero en proclamar la suspensión de la tregua antes de que ETA sea la que tome un paso que sabemos no dudaría en dar por mucho que en ello se juegue mucho más que en anteriores ocasiones.

Poco más cabría decir en estos momentos al respecto, si no es añadir un comentario que debería invitar a la reflexión por las negras perspetivas que de ella se derivan: ¿podría el fin de la efímera tregua sentenciar políticamente al sector moderado de ETA y devolvernos una organización donde los más radicales gocen por primera vez de un poder nulamente inhibido ? Ello nos confrontaría con una banda terrorista mucho más sanguinaria y relativamente "más poderosa", de manera que el único logro de la tregua habría sido el de reforzar los postulados más sanguinarios; tenebroso panorama que esperemos que no se dé.

Eric

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