lunes, 6 de noviembre de 2006

¿Una Oportunidad Histórica Desechada?

Tras las elecciones catalanas del 1 de Noviembre, el panorama no parece haber cambiado sustancialmente, pues ante las amplias alternativas que brindaba la lógica aritmética de un parlamento muy pluralizado, PSC, ERC e ICV han apostado por la reedición de la forma de gobierno que tan estrepitosamente fracasase en torno a la engorrosa reforma del Estatuto; el esfuerzo por cambiar la marca distintiva del Tripartito como Acuerdo para el Progreso (Entesa del Progres) parece un intento por marcar distancias con la primera experiencia, sin embargo ello no quita que pueda ser un mero intento de márketing político para hacer más digerible lo que se sabe es inaceptable en gran parte del espectro político nacional, pues lo que gran parte de la clase política española había concluido a partir del calvario del proceso estatutario (y es destacable el cambio del PSOE al respecto) es que el tripartito había sido una peligrosa fuente de inestabilidad para el gobierno y para los fundamentos del ordenamiento territorial; la gráfica expresión de José Bono parecía responder al sentir del PSOE, sin embargo al final la voluntad del PSC se ha impuesto y ello de una manera extremadamente rápida.

Lo que este artículo no se propone es negar la legitimidad del renovado gobierno de la Generalitat (o más bien el que parece que será) y a este respecto cabe rechazar la interpretación que desde el ABC se ha realizado de la victoria; hay que puntualizar, por mucho que pese, que la elección, sea llamada coalición de los perdedores o sea pensada como contubernio en contra del "verdadero" y claramente expresado veredicto de la ciudadanía, es plenamente legítimo en base a nuestro sistema parlamentario. Quien deduce que el castigo sufrido por el tripartito en porcentaje electoral es señal de que se trata de una veto ciudadado a su reedición, obvia la evidencia de que cualquier veto tiene su traducción inmediata en la clarificación de opciones de gobierno posibles; aquí lo cuantitativo guarda estrecha relación con lo cualitativo, y si la aritmética dicta que existen tres formas de gobierno viables por su denominador común en torno a la superación del umbral mágico, es que la ciudadanía ha vetado cualquier coalición imaginable por exclusión; en cuanto a esas tres benditas por la primera criba ciudadana, no se pueden someter a más veto que el de los legisladores electos, y justamente, guste o no, es lo que parece que vaya a ocurrir en vista de los posicionamientos de los partidos: si hay tripartito no irá en contra de la voluntad ciudadana, pues la ciudadanía, respetando el rigor y el análisis científico, eligió varias.

Hecha esta clarificación, centro mi crítica a la renovación del tripartito en base a otro concepto más operativo: la coherencia. Es en este punto donde el PSOE puede no haber tenido la suficiente fuerza como para imponer una fórmula que le asegure la necesaria gobernabilidad en el gobierno.

Efectivamente, tras el cambio de gobierno de 2004, de mano de la alianza existente en la Generalitat entre el PSC y el ERC, y en el marco de la renovación del estatuto, parecía razonable esperar una estrecha colaboración a nivel central entre el PSOE y este último partido, cuya fuerza había aumentado en los últimos comicios generales desde un 1 escaño hasta la espectacular cifra de 8, a costa de la otrora omnipotente CiU; si la ausencia de una mayoría absoluta fuerza a componendas con partidos de corte nacionalista parecía que el binomio PP-CiU fuese a tener su respuesta en otro similar, pero esta vez PSOE-ERC. Sin embargo tras la traumática aprobación del estatuto, para el PSOE resultó patente que ERC no terminaba de ser una fuerza solvente y suficientemente moderada como para sustentar sobre ella una alianza que aunase la aspiración de atender a los intereses generales del estado dejando espacio a un particularismo legítimamente presente en las instituciones; ERC abandonó el gobierno de la Generalitat ante la "traición" del gobierno, que había acordado con CiU el estatuto definitivo, deseosa de ganarse el gobierno regional ante el creciente espectro de elecciones anticipadas. El PSC, que no podía menos que mostrarse furioso por el maximalismo de ERC, se encontraba empero ante un difícil dilema: servir de partido minoritario a un gobierno transversal de centro con CiU, ante los nuevos alieneamientos que dibujaba el gobierno de Zapatero, o intentar recomponer la fórmula del tripartito tras la tormenta electoral.

Como sabemos, es esta segunda opción, que la discreción del nuevo president Montilla ha logrado imponer a un gobierno indeciso y a una ERC que parece agradecer con cierta moderación el verse conferida una segunda oportunidad, la que ha prosperado; los intereses del PSC parecen estar obviamente salvaguardados, ¿pero y los del PSOE? ¿Acaso su proyección nacional no se ve dañada por la reedición de un ejecutivo que aún echa para atrás a parte del electorado de izquierdas y que ha demostrado un excesivo revisionismo en sus postulados sobre el ordenamiento territorial, difícilmente concordantes con el interés general? En mi opinión la incapacidad o falta de voluntad de este partido por forzar a un ejecutivo de centro en Cataluña, necesario tras las controversias nacionalistas afloradas en los últimos años y base par una reciprocación a nivel nacional (con la posible entrada por fin del nacionalismo moderado en el gobierno central) resultan incoherentes y se alienan a una CiU que puede sentirse razonablemente engañada tras "salvar" al gobierno con la pesadilla del Estatut; ahora una deseosa estabilidad en las cortes sigue ausente para el PSOE y quizá se haya perdido una oportunidad de oro para lograr el tan necesario hito de incluir al nacionalismo moderado en las instituciones centrales.

En todo caso el PSOE ha podido proceder así con el siguiente cálculo: dejar a CiU fuera de la gobernabilidad de la Generalitat y garantizar que un PP vencedor en los próximos comicios no pudiese recibir el apoyo de esta formación, pues estando fuera del gobierno uno de los jugadores, ¿qué tienen que ofrecerse mutuamente? mientras tanto, el triángulo ERC, PNV y CiU (que a pesar de la "traición" no pierde nada por seguir cortejando al PSOE, mientras puedan cambiar los vientos) asegura después de todo cierta estabilidad al gobierno, que puede jugar con las diferentes exigencias puntuales de cada uno. Si de verdad este es el caso, no le faltaría al PSOE olfato político, sino que más bien le "sobraría", pues por muy hábil que pueda parecer, no es especialmente benéfico para todo el país tal cálculo, que deja al PP sensiblemente mermado a la hora de recabar apoyos en el congreso (aunque sea realmente su radicalismo el gran culpable en su alienación) y restituye a un gobierno regional en el que ERC hace figura de un nacionalismo intolerante, presencia preocupante tras sus muestras de sectarismo en los últimos tiempos. Si aceptamos que un gobierno ha de tener una especial responsabilidad a la hora de hacer cálculos políticos, me temo que el PSOE no ha estado a la altura.

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