miércoles, 3 de enero de 2007

¿Por qué ha fracasado la tregua?

La previsión pesimista en cuanto al desenlace sobre esta efímera e inefectiva tregua que ya expresaba enteriormente en otro artículo parece haber resultado desgraciadamente acertada, e igualmente tiene visos de acierto el diagnóstico de que la ruptura unilateral en manos de la banda terrorista sería nefasta para la credibilidad del gobierno; al no haberse seguido el camino que se aconsejaba de que el gobierno diese por lo menos por suspendida la tregua (desafortunada formulación del presidente del gobierno tras la ruptura y prolijamente utilizada por la oposición para hacer cierta su versión de debilidad radical ante ETA) con el intolerable robo de armas y que aplastase sin compemplación alguna la escalada de arrogancia de terrorismo callejero, parece que ETA sale ganando en esta nueva batalla.

El caso es que el atentado de Barajas, tal y como ha expresado el ministro de interior, es equivalente a una ruptura definitiva de la tregua, y el estado no tendrá más remedio que aplicar la represión del estado de derecho bajo todas suus formas. En cuanto a analizar en qué medida es responsable el gobierno de este desenlace, cabe reconocer desapasionadamente los aciertos y errores que se han dado sin dejarse caer en generalizaciones tan burdas como que el gobierno cedió ante ETA hasta el final o que éste gestionó diáfanamente todo el proceso; ya que la polarización irreflexiva de la sociedad y de la clase política española es difícilmente quebrable, bien vale por lo menos intentar esclarecer la situación intentando alejarse de los apasionados intereses que tanto nublan el panorama político.

En primer lugar lo que está claro, y ya se decía en el artículo "aires de ruptura" es que si la tregua se ha roto no es ni mucho menos por debilidad, pues si así fuese hasta el menos lúcido sería capaz de entender que ésta seguiría vigente por cumplirse las expectativas de ETA; el gobierno no ha cedido ni un ápice ni ha restringido el margen de acción de la justicia, de manera que ETA no habría logrado ningún objetivo explícito. Sin embargo sería más difícil analizar hasta qué grado la bajada de la guardia (si es que la hubo realmente) del estado habría contribuido al objetivo implícito de rearmarse, pero la ingenua sorpresa del CNI por lo sucedido da pie a pensar que realmente un exceso de confianza haya permitido a ETA reforzar su potencial ofensivo; si ello es así, parecen oportunas las comedidas exigencias de explicaciones por parte de CiU para que se compruebe, no con afán de vendetta política sino para optimizar el funcionamiento de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia.

En segundo lugar, hasta que no quede esclarecido si el estado está preparada y ha estado vigilante ante una nueva ofensiva terrorista, sí queda manifiesto que el gobierno ha cometido errores. Curiosamente según está resultando, la firmeza en cuanto a los principios (no a la negociación con ETA en términos políticos y escrupuloso respeto al periodo de verificación) parece no haberse basado en un análisis frío y poco optimista (por realista) de la situación, sino en la ciega creencia de que pasase lo que pasase, el proceso de paz, sería incombustible; se trataría más bien de una virtud puntual de la ingenuidad del Presidente del Gobierno y poco más, pues ciertamente no pocos son los vicios que le acompañaban: primero no haber sabido ser más prestos y flexibles con la cuestión de los presos para evitar las suspicacias de ETA cuando ello podría haber servido para que el sector moderado de Josu Ternera no perdiese poder ante los más radicales y enemigos del proceso y segundo no haberse atrevido a forzar la ruptura de la tregua con respuestas más contundentes cuando así lo exigía el sentido común; entre exceso de firmeza en ciertos aspectos y un exceso de debilidad en otros, parece claro que el gobierno no ha estado plenamente a la altura, pero lo que sí está claro es que el estado de derecho en términos generales ha resistido sin dejarse engañar por la banda. Por mucho que la oposición quiera sacar réditos de la ruptura acosando al gobierno, quien pierde realmente es Batasuna, que parece tan sorprendida como el gobierno por la espectacular y criminal acción de su tutora ETA y que ve cómo desaparecen sus esperanzas de que pueda volver a las instituciones democráticas.

Eric Pardo

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