viernes, 28 de enero de 2011

Seppuku electoral

   Cuando empecé a fraguar la idea para este mi primer post del blog, el título iba a ser “Zapatero: 1001 formas de suicidarse”, ya que coincidió con el anuncio de la intención firme del Gobierno de aumentar la edad de jubilación hasta los 67 años, como culmen de una serie de medidas altamente impopulares que convertían a las clases medias y medias-bajas de este país en los paganos últimos de una crisis de la que se les responsabiliza parcialmente (ya saben, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”). En aquel momento, lo que parecía evidente era el suicidio político del Gobierno del PSOE en general, y de Jose Luis Rodriguez Zapatero en particular, augurando un descalabro monumental en las elecciones generales de 2012 (incluso antes si ciertas voces que pedían adelanto electoral fueran escuchadas) y un Gobierno con mayoría absoluta del PP para los próximos 4 años. O no, porque parte de la reflexión subsiguiente es: si Zapatero aplica las medidas que le van a llevar al descalabro electoral, y habida cuenta de que los ex-presidentes españoles tardan algunos años en sentarse en Consejos de Administración varios, pues parece ser que dichas medidas han venido impuestas desde “fuera” (siniestro sustantivo que puede referirse a acrónimos varios y no necesariamente excluyentes), con lo que nada hace pensar que Rajoy no se viera obligado a seguir en la línea de recortes sociales, y que a los 101 días de llegar a la Moncloa ya se pidiera su cabeza en forma de nuevo adelanto electoral. Claro, que también podría ser que el Gobierno estuviera aconsejado por una pléyade de técnicos y economistas de postín que han elaborado un masterplan destinado a, después del sudor, sangre y lágrimas, elevar a España a la categoría de supereconomía que incluso podamos (y aquí citaré deliberada y descontextualizadamente a Zapatero) “superar a Alemania y a Italia en renta per cápita de aquí a dos, tres años”. Teniendo en cuenta que la característica principal de estos años de gobierno del PSOE no ha sido precisamente la planificación y la elaboración de planes estratégicos, va a ser que no.

   Pasado cierto tiempo, y tras nuevos desmanes zapateriles, me vino a la memoria lo que dijo tiempo ha de Zapatero el inefable Sarkozy:
"Puede que no sea muy inteligente. Pero yo conozco a personas que eran muy inteligentes y que no han llegado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales"
, esto último en clara alusión a Lionel Jospin, que se quedó fuera de la segunda vuelta en las presidenciales francesas de 2002. A buen seguro que no le falta razón al buen magiar en el sentido de que posiblemente Zapatero no tenga un intelecto privilegiado (y a buen seguro menor que el de otro gran defenestrado, esta vez español: Josep Borrell), pero desde luego, y esto quizás sea un poco triste de decir, para manejar el ejecutivo va sobrado. Como muestra un botón: la crisis de los controladores aéreos como maniobra de distracción frente a otras decisiones como la eliminación de la ayuda de 426 euros, la rebaja fiscal a las PYMES o la privatización parcial de Aena y Loterías del Estado debería estar en todos los manuales de realpolitik del futuro como ejemplo de manejo de los tiempos. Si esa capacidad de pastorear a la opinión pública para que sólo se de cuenta de lo que le interesa al Gobierno no es indicativo de que hay alguien inteligente detrás, entonces que alguien me lo explique. Y por supuesto, eso no significa que el alma mater sea Zapatero, pero un tonto integral no sería capaz de rodearse de un gabinete capaz.

   En cualquier caso, la idea principal de este post era llamar la atención sobre cómo una situación de suicidio electoral del PSOE, ya sea voluntario o impuesto por agentes externos, puede llevar a una situación también suicida, en términos electorales, del PP. No deja de resultar cuanto menos sorprendente que Mariano Rajoy, desaparecido de la escena política de portada durante los últimos meses , haya vuelto a irrumpir con fuerza en la primera línea de fuego para, principalmente, pedir la anticipación de las elecciones generales. La baza estratégica seguida hasta ahora, consistente en “echarse a dormir” y recoger las nueces que caen por el zarandeo socialista, ha funcionado lo suficientemente bien como para permitir que el PP fulminara al PSOE en las encuestas y que ya se estuviera mascando en el ambiente una mayoría absoluta popular. Por ese motivo el que esto suscribe no acaba muy bien de entender cuál es el fundamento, en términos de estrategia política, de “levantarse de la cama” y aparecer pidiendo un adelanto en las Generales cuyo apoyo popular no se puede calificar precisamente de fervoroso (excepto quizás las levas del ala más radical del partido). Porque si a estas alturas, con la cantidad de medidas que ha tomado este Gobierno en materia social y económica (todas ellas debilitadoras cuando no directamente demoledoras del estado de bienestar socialdemócrata), la gente no ha salido a la calle ni hay caceroladas todas las semanas a la puerta del Congreso (y de la huelga general mejor ni hablamos), parecería muy raro que el pueblo español tomara la calle mayoritariamente pidiendo que se adelante la asunción de Rajoy a la Moncloa.

   Quizás los asesores estratégicos de Rajoy piensan que hay que ir preparando el ambiente para intentar el asalto definitivo a las anticipadas tras las Municipales de Mayo, que con toda seguridad arrojarán un resultado muy favorable para el PP. O quizás la intención sea ir preparando el terreno para que en el sprint final se aprecie la responsabilidad de Rajoy al luchar por la salvación del país y no se le vea como un aprovechado. Casi todo en este país es posible, pero creo que si ésta es la estrategia popular, el guarrazo puede ser monumental. Y es que la estrategia que era válida cuando comenzó la segunda legislatura socialista, lo sigue siendo ahora; a Mariano Rajoy le bastaría con seguir en una cómoda segunda línea política y esperar a las Elecciones Generales de 2012 para recoger el fruto de la mayoría absoluta. Sin embargo, esta inexplicable ansia por llegar al poder puede ocasionar que la sobreexposición resultante acabe desgastando a Rajoy en su carrera por la Moncloa y esto, junto con un hipotético golpe de efecto del PSOE a la hora de elegir a su candidato, puede endurecer la batalla electoral y hacerla lo suficientemente encarnizada como para alejar al PP de la mayoría absoluta. En este último caso, a Mariano Rajoy no le quedaría más remedio que tragarse el sapo de tener que pactar con los nacionalistas para asegurar la gobernabilidad, lo cual, teniendo en cuenta las críticas duras y constantes del PP en estos últimos años a los nacionalismos catalán y vasco primero, y al sistema autonómico en general después, puede suponer un importante lastre político para el mandato popular nada más empezar. Incluso aún contando con la amnesia típicamente hispánica en materia política como aliada, ciertos grupos de opinión que, en buena medida, ayudan a crear cierto sustrato social que tiene cabida en un ala determinada del partido y que es una fuente de votos, puede que no se lo perdonen a Rajoy. Si la intención del PP era convertir en honorable a Rajoy, puede que acabe perdiendo la cabeza.

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