lunes, 20 de junio de 2011

15-M

   Dentro de unos años podremos preguntarnos qué preludió a qué. ¿Fue el estallido de protesta alimentado desde la plataforma Democracia Real Ya y el heterogéneo Movimiento 15-M que desde aquella jornada de manifestaciones surgió, un preludio a la devastadora debacle del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas del 22-M? ¿O fue más bien aquella debacle preludio a todo lo que había de nacer del 15-M? ¿Fue aquel aullido del 15-M, tal y como lo definió un periodista, el terremoto de una coyuntura económica particularmente catastrófica, un aullido que se calmará tan pronto vuelvan las aguas a su cauce?¿O encontró ese sordo grito de protesta en la crisis un detonante en el que el fermento eran años de decepción bien con la clase política, bien con la actual socialdemocracia? Si es lo primero, esta protesta será volátil testigo de una coyuntura excepcionalmente nefasta. Si se trata en cambio de lo segundo, bien puede ser tan volátil como en el primer caso, pero puede ser el fin de un primer episodio de una historia que no ha hecho más que comenzar.


   El grito de Democracia Real puede sorprender a muchos, especialmente a aquellos que ven con desconfianza al recurso de la calle cuando es en las instituciones en las que se deposita la fe. ¿Es la democracia el problema? ¿Si lo es, en qué medida lo es? Sentir ira por una coyuntura económica negativa y observar con impotencia la incapacidad de la clase política para encontrarle solución puede servir de base a erigir dicotomías entre la clase política y el pueblo. Sin embargo los diferentes intereses que constituyen al pueblo manifestarán diferentes recetarios para salir de la crisis. Unas recetas serán, por simplificar, de izquierdas, otras de derechas, y entre medias diferentes tonalidades centristas, sin contar con aquellas minoritarias de extrema izquierda y extrema derecha. La sensación de que los políticos no representan a la ciudadanía será para la derecha un grito abstracto, pero que encontrará una expresión muy concreta en el rechazo a los partidos de izquierda. Lo mismo podríase decir al revés. La alternancia sucesiva de opciones ineficientes echa a las masas a las manos de auténticos monstruos políticos. Por el momento, esta crisis le ha estallado en las manos al PSOE, la ley de la alternancia que casi inevitablemente llevará al PP al poder en el 2012 a nivel nacional, demostrará la eficacia o la ineficacia de sus recetas (sean cuales sean).

   Empero, del pueblo, de su magma de intereses, bien podría estar lamentándose en las calles una parte que no encontraba durante años partido con el que se identificase, una parte de la sociedad huérfana de lo que lleva tres décadas muriendo: la antigua socialdemocracia. Ese hasta ahora silencioso tercio, por cuantificarlo de alguna manera, bien callaba, bien se veía obligado a votar por oportunismo y responsabilidad al PSOE, o depositaban algunos de sus miembros sus esperanzas en IU. Huérfano de izquierda, acompañado en las manifestaciones de gente de diferente color, hastiada, cada uno enarbolando recetarios diferentes, algunos, motivados por los escándalos de corrupción y por la necesidad de más moralidad en la vida pública, otros, especialmente representados entre los miembros más activos de las protestas, intentando despertar utopías crípticas, este huérfano de izquierda repito, este magma, esta parte del pueblo, quizá aún minoritaria, excluida de los partidos existente, y auto-excluida por su incapacidad de dar curso a sus reivindicaciones y a su concepción de la política, no deja de ser en mi opinión, aquella que imprime el tono de las protestas y en el que late una indignación contra un consenso económico que la mayoría de la sociedad ha apoyado o tolerado y que parece hacer aguas. Es en él en donde podría estar naciendo una nueva fuerza.

   El movimiento que estamos viendo es de tipo asambleario, conlleva para algunos un rechazo al sistema representativo actual, al sistema de partidos y a la democracia como tal, pero para muchos otros, y según parece la mayoría de los que participan, responde a una sed de actuar, de hacerse oír. La ilusión del consenso, la ilusión de un pueblo unido frente a sus representantes, se expresa en el intento de alcanzar acuerdos por unanimidad. Esto es posible sólo si lo componen minorías extremadamente poco representativas del espectro social, o si se toman pocas medidas que puedan realmente ser fruto de un genuino consenso. Si el magma social que anhela un cuestionamiento del consenso económico existente y una impronta más genuinamente socialdemócrata triunfa, seamos quizá realistas, a largo plazo, podrá mover el centro de gravedad del centro que tanto el PP como el PSOE se disputan y reconducirnos a un consenso económico similar al que dio desde el fin de la IIª Guerra Mundial hasta la década de los 80. Eso en todo caso no anulará los polos existentes en la sociedad. Pero por lo pronto, el sordo grito que oímos, puede revitalizarnos como sociedad a corto o medio plazo con una serie de medidas en las que una gran mayoría, aún de diferente ideología, se sienta razonablemente representada. Los estallidos de comunión popular, el sentimiento de solidaridad que de ellos brota, difícilmente podrán ser constantes, no podrá ser esa euforia permanente, pues es nacida de circunstancias excepcionales. Pero en vez de dejarla fallecer en la decepción e impotencia, tales estallidos de comunión popular, son lo suficientemente sagrados como para que sea nuestra responsabilidad guardar de ellos el recuerdo y la fuerza de actuar y creer en la sociedad. Pocas medidas, modestas quizá, serán sin embargo las que mejor canalicen el deseo de acción de esa parte de la ciudadanía que se está manifestando y reuniendo: poner coto a la corrupción. Democratizar más el funcionamiento de los partidos políticos. Introducir nuevas dimensiones de la representatividad, como la figura de las listas abiertas, o introducir no ya nuevas dimensiones, si no nuevos pilares de representatividad, como quizá formas de democracia directa a nivel local, y novedosas y hasta ahora insospechadas formas de participación en el ciberespacio. Y seguramente más importante aún, introducir una mayor representatividad en la atribución de escaños para nuestros representantes en el parlamento, no solo por respeto a los partidos minoritarios, si no por dar esperanza a aquellos que desean participar en política con nuevos proyectos alejados de los partidos mayoritarios.

   Si realmente a partir de este momento puede estar naciendo una regeneración de la izquierda, indudablemente será un largo camino. Sin embargo, la oportunidad de que la indefinición inicial de este estallido social, haya hecho posible que, si bien quizá no en su mayoría, pero por lo menos, así esperémoslo, en una sustancial minoría, se hayan sentido reconocidos ciudadanos no necesariamente identificados con ideas de corte izquierdista, y la oportunidad por tanto, de que con mayor o menor rigor, se hayan avanzado medidas que puedan gozar a corto plazo de apoyo más allá de las ideologías, es un bálsamo regenerador que no se puede despreciar. Sin duda alguna, nosotros ciudadanos, hemos de asumir como primera tarea, como misión a corto plazo, que propuestas en esa dirección y que he aventurado a reflejar unas, a proponer yo mismo otras al final del anterior párrafo, sea sacadas adelante y puestas a través de iniciativas ciudadanas, ante los partidos políticos existentes.


Eric Pardo

3 comentarios:

David dijo...

OK, OK!!!

Por fin una propuesta sustancial!!

No obstante, he de decir, aunque suene incogruente con la temática del blog, que demasiado político...

Eric Pardo dijo...

Querido David, te agradezco el comentario y entiendo lo que quieres decir con "demasiado político". Efectivamente, se trata de una toma de postura clara y es un post claramente partidista. Por si aporta algo mi aclaración, si bien quizá tendría que haberlo hecho explícito, es una obra de propaganda, no en el sentido peyorativo, al menos eso espero, y por tanto efectivamenye huyo de un análisis aséptico, como quizá intentase en otras publicaciones.

oscar dijo...

Me parece acertado el análisis político y sociológico. Y yo además añado que, pese a mi pesimismo y fatalismo habituales, tengo fe en que, si se cuida suficiente este "estallido" de democracia popular, se pueda establecer una masa crítica de ciudadanos (de todas edades y clases, y ahí es precisamente donde radica la fuerza del movimiento) dispuestos a sacudirse el sopor de estos últimos años de estado del bienestar en decadencia y sacrificar su tiempo de ocio para trabajar en construir unas asambleas de barrio que, a primera escala, sean capaces de operar como lugares de discusión política y toma de decisiones primaria.

En breve hablaremos en este blog sobre un caso concreto: la Asamblea de Móstoles.