PSOE 169, PP 154. Estos son los resultados y se pueden concluir de un  solo vistazo dos cosas: que el Partido Popular ha perdido su apuesta de  erigirse en alternativa y que el Partido Socialista se acerca  insuficientemente a la mayoría absoluta. Quizá sea esta una manera un  tanto injusta de enfocar el desenlace de la contienda electoral, pues la  victoria es claramente del PSOE y la mayoría absoluta no estuvo en  ningún momento tan al alcance de la mano (salvo a la luz de algunas  proyecciones a pie de urna) como para ser la mágica cifra de 176 el  baremo con que medir el éxito o el fracaso (relativo se entiende) Sin  embargo cabe resaltar la insuficiencia de la cifra de escaños del PSOE  como exponente de una realidad que se vuelve a imponer, la  inevitabilidad de los pactos ; estando Zapatero más cerca de la mayoría  absoluta esta tarea debería de contemplarse con mayor serenidad, y sin  embargo la cosa no es tan simple.
Primeramente cabe mirar los  seis escaños del PP, magro ascenso que el PSOE contrarresta con sus  otros cinco (victoria en todo caso del bipartidismo) y que se mire como  se mire, no sólo no otorga la victoria sino que empalidece con la  intensidad de la oposición que ha venido practicando Rajoy y que sin  embargo que ha de verse como una inquietante señal: votantes del PSOE  espantados por las exigencias nacionalistas han respondido al  catastrofismo Popular. Hablando a las claras, con una reforma del  estatuto catalán que tocaba "las cosas del comer" (los mecanismos de  solidaridad interterritorial) y cimentado quizá por la orgía dialéctica  generada por la negociación con ETA, muchos electores potenciales de  centro han optado como mal menor por el PP a pesar (o algunos quizá  alentados...) de su tremendismo; sin embargo, la estrategia del PP,  experta en espantar electores o en atraérselos en su contra, ha  favorecido un formidable cierre de filas en torno al PSOE de ciudadanos  procedentes del nacionalismo, ya fuesen del PNV o de ERC. La lectura  aviesa de que el PSOE se los ha ganado a golpe de radicalismo obvia que  ciertos nacionalismos se han ganado la volatilidad de su electorado con  sus posturas frentistas, pero en todo caso no quita que un PP más  moderado bien podría haberle privado al PSOE de tan precioso caudal de  votos, así que la lección es clara: el PSOE habría más bien de ganarse a  esos electores que tanto brillo le sacaron al PP en Madrid y Valencia  si quiere asentar sus perspectivas electorales sobre bases más estables.
Ahora  en segundo lugar miremos el mapa electoral con detenimiento: por un  lado CiU y PNV se mantienen (ésta sólo pierde un escaño si bien sufre  una inusual sangría de votos) mientras que por el otro ERC e IU pasan de  13 escaños a sólo 5, una auténtica debacle; con ello la alternativa de  izquierdas se torna más débil, restando factibilidad a la opción que se  priorizó hace cuatro años. Pero igualmente se vuelve más difícil jugar  al triángulo ERC-CiU-PNV: la primera pierde en influencia , la segunda  tiene poco que recibir (no gobierna en la Generalitat) y desconfía con  razón del gobierno, mientras que el tercer socio con sus veleidades  secesionistas es enormemente incómodo; el sutil juego que permitió al  gobierno apoyarse en uno y otro alternativamente tiene pocas  posibilidades de jugarse. Además hay que mencionar un factor derivado de  lo dicho del anterior punto: son el PSE y el PSC los que se pueden  arrogar el mérito de haberle dado "su merecido" a loa nacionalistas, de  manera que a la hora de elegir a uno de los socios que mayor estabilidad  garantiza, ya sea PNV o CiU, una u otra federación ejercerá una mayor  presión para que no se lleve a cabo. Así pues, ¿qué hacer?
Fijándonos  en lo que uno y otro, PNV y CiU, ofrecen, por ser tal y como ya hemos  indicado los socios que mejor garantizarían la estabilidad, vemos que el  primero sería sin duda el más idóneo en lo que a estabilidad se  refiere, pues estando como está al frente de un gobierno que lleva  ejerciendo sin discontinuidad desde más de un cuarto de siglo, tiene  intereses que el gobierno central puede atender; pero aunque Ibarretxe  retirase sus delirios secesionistas, la contrapartida, es decir como  mínimo la subordinación del PSE y respeto a sus modelos particularistas,  en especial el lingüístico, resultarían inaceptables para muchos desde  ese centro desencantado que ha apostado en Madrid y Valencia por el PP.
¿Qué  decir de CiU? se trata de un socio que sostuvo al PP desde 1996 hasta  el 2000 y que en cambio inspira confianza en el centro por su  pragmatismo y su moderación, en especial con una persona al mando tan  poco estridente y abierta al diálogo como es Duran i Lleida; la pega ya  la hemos mencionado, lo poco que tiene que ganar por su exclusión del  gobierno. De hecho en el PSC la idea de que se exijan remodelaciones en  el gobierno de la Generalitat por su apoyo resulta inaceptable. Y sin  embargo un pacto estable con CiU es la opción más razonable y no debería  de poner en modo alguno en demasiados aprietos ni al PSOE ni al PSC.
CiU  dividida como está en dos sensibilidades representadas por Artur Mas y  Antoni Duran i Lleida y por tanto con tentaciones ya de forzar el cambio  en Cataluña ya de representar un centro-derecha responsable a nivel  nacional dejando de lado la situación catalana, tiene que lidiar con  complicadas contradicciones internas; el buen resultado de Duran i  Lleida le pone a cubierto de los ataques de los sectores más  nacionalistas y avalan su estrategia de colaboración responsable y ello  sin duda habría de ser una buena noticia para Zapatero. Resultando claro  que el PSOE nunca podría forzar al PSC a romper su tripartito y  reintegrar a CiU en el gobierno, tampoco gana la formación nacionalista  presionando al gobierno central o incluso sometiéndole a chantaje, pues  difícilmente se ganaría las simpatías catalanas, que con razón (y en  especial con los históricos resultados del PSC) verían en tal estrategia  manejos traperos que intentasen influir en Madrid para contravenir la  voluntad de los electores catalanes; y seguramente tampoco gane entrando  en el gobierno central, pues en seria cuestión quedaría su catalanidad.  Pero sin embargo, con la inestabilidad que parece inherente al  tripartito con los díscolos cambios de humor de ERC, bien podría ganar a  largo plazo CiU con un perfil bajo que se concretase en una política de  pactos con el PSOE que demostrase su capacidad de gestión y que forzase  al gobierno central a cumplir sus compromisos con Cataluña en el margen  de lo que la autonomía de la Generalitat permitiese y así gozar de  credenciales ante los electores en caso de fracaso del tripartito;  seguramente de triunfar tal estrategia, a largo plazo, tanto Duran i  Lleida como Mas habrían tenido razones de verse con intereses comunes.  Si además el PSOE fuese lo suficientemente hábil como para seguir  manteniendo una buena relación con ERC en materias sociales que  permitiese acuerdos y consensos, podría limitar las posibilidades de su  alienación y con ello la ruptura del tripartito, con la consiguiente  posición de fuerza de CiU, si bien su influencia sobre la amenaza de un  cambio radical en la formación republicana sería limitada.
Sin  embargo la posibilidad de que tal opción se concrete no parece muy  grande; seguramente el PSOE priorice una relación estable con el PNV que  junto a otros pequeños partidos podría brindarle la mayoría en el  parlamento. A mi juicio ello sería un error por la mala imagen (en gran  parte justificada) del PNV y por el precio que la oposición socialista  en el País Vasco habría de asumir, volatilizándose las esperanzas de  cambio y reforzando la hegemonía del partido nacionalista. Además podría  debilitar la posición de Duran i Lleida y radicalizar a CiU, lo cual no  sería de buen augurio si en mitad de la legislatura la alianza con el  PNV se volviese insostenible (tal y como pasó con ERC). No quiero con  ello decir que el PSOE debería contemplar una alianza exclusiva con CiU,  pues un diálogo fluido con las demás formaciones serviría de contención  a ésta al abrir la perspectiva de alianzas cambiantes, pero sin duda si  de priorizar se trata, la formación catalana resulta idónea, siempre y  cuando el PSC se abstenga de hacer valer su postura; si el PSOE se  vincula demasiado con nacionalistas incómodos, puede calar aún más entre  ese centro desencantado la sensación de que Zapatero no defiende  oportunamente la cohesión o incluso los valores del país con las  consecuencias imaginables en futuras elecciones.
Eric Pardo
1 comentario:
Mmmmm.... Ahora espero ansiosa un análisis profundo del 22-M, y de paso un poquito de opinión a cerca de lo de Sol, que tenéis esto muy,pero que muy, abandonado.
Publicar un comentario