En
una serie de convocatorias confusas, diversos colectivos y ciudadanos a título
personal, convocaron una manifestación el día 25 de Septiembre, dentro de lo
que se venía a conocer como el movimiento 25-S, bajo un lema, o por lo menos,
bajo el que ha trascendido a la opinión pública, de “Toma el Congreso”. El
objetivo era rodear el edificio del Congreso y mantenerlo así hasta que se
convocasen unas Cortes Constituyentes. La convocatoria, como podía esperarse,
produjo reacciones diversas, pero ante todo, tanto el espíritu de ésta, como el
espíritu del gobierno en la forma en que respondió, nos muestran dos
tentaciones, la primera de las cuales es la que corresponde a este artículo:
La
tentación, que identifico con el espíritu de la convocatoria es la de la Anti-Política.
La filosofía de base viene a identificar la crisis actual con una crisis, por
así decirlo, de régimen. Tanto el 25-S como el 15-M antes parecen estar
participando de una lectura similar y de unos diagnósticos igualmente similares
de cuál es el problema principal que acomete a nuestra sociedad y a nuestro
país. Son por tanto institucionales la mayoría de las propuestas que de estos
movimientos surgen. Otro hilo conductor, el del diagnóstico que elaboran, es, si
acierto bien, la necesidad de reformar nuestra democracia, dando a entender que
el régimen actual no es democrático. El factor económico, fundamental en el
surgimiento de este tipo de movimientos, se une en lo que parece que queda como
una crítica tanto del sistema político (no democrático) y el sistema económico
(capitalista, entendido como una valoración negativa). Creo no aventurarme
demasiado diciendo que el nexo inmediato y fundamental tanto en el caso del
15-M como del 25-S, es el de que, si nuestro sistema hubiese sido democrático,
no podría haberse desarrollado este tipo de capitalismo, ergo si se democratiza
el sistema, surgirán soluciones a la devastadora crisis económica que estamos
padeciendo en España. Independientemente de si se está de acuerdo con este
razonamiento o no, el caso es que es interesante analizar la crítica al sistema
político.
En
lo que parece ser una diferencia, no necesariamente contradictoria, con el
15-M, es que el 25-S se centra, no tanto en fórmulas alternativas de representación,
sino en la acusación a los representantes de subversión de tal representación.
Parece más bien una crítica a cómo se está utilizando la representación en
estos momentos, y no tanto al principio de representatividad como tal, si bien
la petición de la celebración de nuevas elecciones y constitución de una
asamblea constituyente, da a entender que la crítica es más profunda y que
seguramente entronque con los postulados del 15-M, donde parece abogarse por
una democracia directa. Ahora bien, ¿cómo se está utilizando la representación
en estos momentos? ¿Qué es lo que está haciendo el gobierno para provocar esta
serie de críticas? Por lo general, según podemos observar, principalmente
desobedecer de forma flagrante, y gobernar al dictado de instituciones “no
electas”, como el BCE, el FMI o la Comisión Europea. Con esto se plantean una cuestión:
¿Qué
mecanismo proponen los convocantes para prevenir futuras situaciones en cuanto
al no cumplimiento del programa electoral? Es decir, más allá del no respeto a
su propio programa por parte del gobierno del señor Rajoy, ¿cuál sería la regla
que se propondría para corregir tal defecto del sistema? Lamentablemente en
este sentido, es difícil encontrar propuestas concretas, más allá de la
sospecha de que “el pueblo” mismo, a través de su derecho de reunión y de
manifestación, ejerza de corrector según las circunstancias. Eso da a entender,
y aquí nos encontramos con algo conocido, pues común al ya anterior 15-M, que
los diputados que nos representan, no son legítimos, pues “no atienden” a la
“voz del pueblo”. Aparte del vicio subyacente a esta consideración, es decir,
que se mete en el mismo saco a los representantes de partidos políticos tan
dispares como son AMAIUR y PP, se asume igualmente que existe un pueblo, más
allá de las reglas del juego acordadas entre todos, y eso, de nuevo, nos obliga
a poner en el mismo saco, no ya a un trabajador precario con un banquero, pues
por su pertenencia al orden capitalista, es “razonable” excluirle del “demos”,
sino por lo menos, a un trabajador precario, quizá tentado por algún movimiento
como Izquierda Anticapitalista, y a un tendero (espero que se me disculpen las
generalizaciones) votante del PP. ¿Podemos asumir que por pertenecer a una
clase “objetivamente pobre”, tienen los mismos intereses, o que por lo menos,
interpretan su misma “pobreza” de la misma manera? Basarnos en “hechos
objetivos” nos lleva a pensar en un orden en sí, con sus reglas innegables, y
que por alguna manera, por la interferencia de un elemento exógeno, no
funciona, cayendo en la paradoja de que tendríamos que definir cuál será el
agente, por cuya voluntad, se haya de corregir el desaguisado. A fin de
cuentas, si propugnamos un régimen democrático, la base primera es que cada
ciudadano ejerza su propia voluntad, con el resultado que tenemos…AMAIUR y PP.
¿Se trata de pensar que los diputados del PP, o del PSOE, por ser ambos los que
están en la diana en los últimos meses, no representan la voluntad de sus
electores? Será difícil hablar por boca
de unos electores, que en su mayoría, se siguen manteniendo fieles. Sospecho
que muchos de los que se adhieren a esta línea de pensamiento no se han
planteado este dilema hasta sus últimas consecuencias y prefieren mantenerse en
atajos, pues si no, se puede ver cómo podrían aflorar planteamientos
autoritarios. ¿Será en cambio que subestimo el alcance regenerador de una serie
de reformas? Veamos:
En
mi opinión se pueden proponer muchas cosas para mejorar el sistema político
actual: una reforma electoral que otorgue una mayor representatividad y que
modere las mayorías, una mayor influencia de los grupos parlamentarios
minoritarios en el control de las sesiones y de las comparecencias, una mayor
facilidad para que las Iniciativas Legislativas Populares (ILP) sean admitidas
a trámite, mecanismos para que Iniciativas similares exijan someter a
referéndum ciertas propuestas, mecanismos incluso para forzar la disolución de
las Cortes si se recogiese un número determinado de firmas a favor, y que
podría dejar en manos de la ciudanía un mecanismo de castigo para aquellos
gobiernos que se hacen insoportables al poco tiempo de haber alcanzado el
poder, ya sea por su incompetencia o por su mendacidad (Hace poco Izquierda
Abierta, el nuevo partido integrado en el seno de Izquierda Unida, publicó un
decálogo de medidas en tal dirección, que yo personalmente encuentro muy
positivas).
Todas
estas son medidas que cumplirían varios objetivos, pero por lo menos uno, el de
otorgar a la ciudadanía española una mayor identificación con su sistema
político. Yo personalmente las deseo profundamente como demócrata, pero se ha
de decir lo siguiente a muchos de nuestros conciudadanos: si son medidas
apropiadas, irán en la dirección de otorgar un mayor margen de acción no al
“pueblo” como tal, como si en esencia fuese único, pero silente por la
violación y negación de una casta político-financiera, sino en la dirección, en
todo caso, de otorgar un mayor margen de acción a aquella parte del pueblo que
se erija en mayoría clara como alternativa al modelo económico actual, o quizá
más bien, moderar a cualquier mayoría que se encuentre en el poder en su
momento (cosa que quizá muchos encuentren excelente por ser “siempre los
mismos” quienes gobiernan); en modo alguno se ha de pensar que reformas
institucionales “rescatan” al “pueblo” sin que haya de operar una mutación
sociológica en primer lugar, una mutación, que por mucho que nos engañemos, me
temo que aún no ha ocurrido. En ningún modo quiero llegar al extremo de afirmar
que medidas institucionales como una reforma electoral tengan efectos
sociológicos nulos: por ejemplo, sí es cierto que una reforma electoral que
dotase a la representación de una mayor proporcionalidad, reduciría el dilema
que se le presentan a muchos votantes de ejercer el voto útil, e incluso podría
ilusionar a muchos votantes abstencionistas a participar. Pero que no se vaya a
llegar al otro extremo de pensar que si eso fuese así, de pronto, por poner un
ejemplo, la masa de votantes del PSOE se pasaría en bloque a IU, porque la
sociología de la ciudadanía depende de unos valores fijos que no son tan
maleables. Si alguien que comparte la ilusión de cambio de régimen que se
vehicula desde el 15-M y el 25-S me diese la razón, pero replicando que a fin
de cuentas, lo que propongo no son reformas “de verdad”, yo le respondería que
no por tal vía acabará perdiéndose en un vuelo sin fin en pos de un ideal que no
se corresponde a la realidad; intento
justificarme en esta crítica:
Si
se pretende identificar a un 1% que se desliga del resto de la ciudadanía, el
99%, con el fin de que cargue una serie de culpas para exculpar a ese 99% y
proponer una solución rápida e inmediata que restaure la situación, caemos en
la demagogia y el error. Por muchas que sean las preguntas: ¿Por qué ha habido
tanta gente que ha dado su voto al PP? ¿Por qué habrá gente que aceptará las
tesis de la herencia recibida y de la imprevisión de tanto desastre? ¿Por qué
habrá tanta gente que achaque el problema en los funcionarios y no en los
“ricos”? Por poner unos pocos ejemplos… ¿es acaso porque en el fondo, si
contamos las abstenciones, el PP no representa a la mayoría “real” y carece de
legitimidad? ¿Es acaso que es que esa gente está simplemente “engañada” cuando
se les echa la culpa al PSOE, a los sindicatos, funcionarios, etc.? ¿Es que el
“establishment” logra manipular gracias a su dominio de los MMCC?….
¿Entonces
pueden explicar cómo ningún sistema electoral del mundo ha sido capaz de
cambiar el panorama de forma realmente “radical”? ¡Porque la “representación”
es un robo! (Bien, explíqueme por favor, por qué piensa usted que un taxista
“facha” y un “perro-flauta” van a estar de acuerdo en una asamblea, y cómo
podremos ponerlos de acuerdo, si es que lo logramos en una asamblea de barrio,
en referéndums a nivel nacional en que nadie se ve el uno con el otro)
¿Pueden
explicar qué agente y en virtud de qué voluntad representará a aquellos que no
quieren representarse? Se puede recurrir de nuevo al argumento de la democracia
directa, sin embargo, de nuevo se me plantearían réplicas similares a las que
he formulado en el párrafo superior.
¿Pueden
explicar por qué unos se dejan engañar y otros no? ¡Vaya un engaño el de un
gobierno todopoderoso que no logra la adhesión total de las mentes! ¿Pueden
explicar cómo es que los MMCC manipulan tanto si hay una pluralidad extrema,
desde El Diario, El Plural, Público, El País, El Mundo, La Vanguardia, El ABC, Libertad
Digital, La Razón, Intereconomía, Alerta Digital, etc.? Son para mí preguntas
sin respuestas si no aceptamos que hay una gran pluralidad intrínseca a todas
las sociedades democráticas y que los cambios llegan cuando cambian los
equilibrios de fuerzas, que por encima de que cambiemos ciertas reglas a mejor
y que “echemos” a más o menos diputados, se dan por desgaste de ciertas
opciones y socialización de muchos ciudadanos en alternativas novedosas. Eso a
menudo lleva mucho tiempo y quizá hasta una generación… sin embargo, muchos no
parecen tener tanta paciencia y necesitan la inmediatez.
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